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La conexión entre un grano de polen milenario y los ciclos de sequía en el Chaco húmedo
jueves 30 de noviembre de 2023
Tiempo estimado de lectura: 6 minutos
Claudia Lovera en analiza muestras de laboratorio como parte de su proyecto de investigación.

Si tenés poco tiempo, leé estas líneas:

• El Cambio Climático está en el centro de una investigación sobre fenómenos que afectan al ambiente y podrían predecirse.

• La investigadora Claudia Lovera retomó un proyecto de estudio que comenzó hace 30 años, cuando ‘se enamoró’ de la biología.

• La tesis doctoral es dirigida por el doctor en Ciencias Biológicas Lionel Fernández Pacella. Los dos son parte del equipo del Centro de Ecología Aplicada del Litoral (Cecoal).


En lagunas próximas a Santa Sylvina, una investigadora espera encontrar evidencia sobre eventos climáticos ocurridos hace miles de años. Claudia Lovera busca doctorarse en Biología en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) con un trabajo que analiza sedimentos lacustres. Su estudio consiste en comparar el humedal del noroeste de Corrientes con el de la región sudoeste del Chaco. El objetivo principal es identificar ciclos de sequía prolongada y analizar si es posible predecir cuándo se generará el próximo.  

Lovera se formó en Biología y comenzó sus estudios de palinología en el Centro de Ecología Aplicada del Litoral (Cecoal), un instituto que depende del Conicet – UNNE y se creó para fortalecer el uso racional de los ecosistemas. En las líneas prioritarias del centro están el cuidado y la recuperación de ecosistemas degradados, acrecentando el conocimiento paleontológico del NEA. Sus especialistas estudiaron la calidad de aguas del río Paraná para el Programa para el Desarrollo de Naciones Unidas (PNUD); participaron en un proyecto sobre mejora de la Hidrovía Paraguay-Paraná y del Gasoducto NOA-NEA, entre otros.

El Cecoal (Conicet – UNNE) funciona en ruta provincial Nº 5 Kilómetro 2,5, en Corrientes.

CICLOS PREDECIBLES 

Con la intención de indagar las condiciones ambientales de hace unos 5.000 años, se estudia si las áreas eran secas, húmedas o combinaban ambas características. Aunque en el objetivo central se trata de ver si hay ciclos prolongados de sequía que podrían repetirse, propiciando grandes extensiones de incendios. “Eso ya pasó en algún momento y vemos si puede ocurrir otra vez; aunque no podamos poner un plazo preciso, sino de unos 100 años”, introdujo a Prisma TIC Lionel Fernández Pacella, director de la tesis y doctor en Ciencias Biológicas.

Los dos investigadores contaron a Prisma TIC que hoy saben con certeza que hubo periodos de sequía que ocurrieron hace miles de años. Y sobre el alcance que tendría una conclusión del trabajo, Fernández Pacella asegura que si se logra constatar que hay riesgos futuros, se buscará preservar ese tipo de ambiente. Una tesis suya, anterior y referida al humedal Iberá, también depositado por el río Paraná cuando su curso migró, le permite establecer comparaciones. El botánico plantea que la preservación ayudaría a mitigar la intervención humana, llamada también antropización del medio.

Lionel Fernández Pacella es el director de la tesis y doctor en Ciencias Biológicas.

El también licenciado en Botánica en la Facultad de Ciencias Exactas, Naturales y Agrimensura de la UNNE menciona un ejemplo cercano de antropización en la provincia de Corrientes. La necesidad de plantar pinos para la producción maderera provocó que se sequen lagunas, así se ‘ganaban’ mayores extensiones de suelo para plantar más ejemplares. La intervención ocupó un tramo del corredor que conecta las ciudades de Concepción y de Chavarría, y que forma parte del contorno sudoeste de los Esteros del Iberá. “Al secarse esos cuerpos de agua, todo lleva a un periodo de sequía prolongado, que llegará más tarde o más temprano”, repara.

UNA AGUJA EN UN PAJAR

El trabajo que Lovera realiza actualmente consiste en analizar muestras. Y el recorrido que tuvieron antes de que llegaran a su microscopio incluyó acudir a lagunas para tomar porciones de tierra con un tubo. El cilindro de barro obtenido luego se seccionó y de cada fracción se extrajo una cierta cantidad de gramos para enviar al laboratorio. Unas pequeñas cantidades se aislaron en unos preparados para quedar finalmente contenidos entre dos delgadas láminas de cristal. Con la yema de dos dedos la docente exhibe una de esas piezas de vidrio y dice: “Dentro de este (preparado) esperamos que haya granos de polen”.

El polen ayuda a identificar la vegetación que hubo en ese lugar hace miles de años y ver si determinadas especies son características de un malezal, son acuáticas, o de un bosque. Hacia el final de la tesis la investigadora espera llegar a conclusiones sobre cuál era la vegetación predominante en cada lugar y compararla con lo que ya se conoce del Iberá y de otras áreas. Además de procesar químicamente las muestras también se envían a laboratorios especializados del país a datar, para conocer la edad de esos sedimentos.

Indagar con granos de polen equivale al trabajo de otros profesionales que estudian restos animales y buscan piezas fósiles. Lovera repara que la evidencia para estudio no se encuentra en cualquier ambiente, las condiciones ideales de preservación requieren poco oxígeno y un medio ácido. “Lo que después vea en los preparados, me permite determinar de qué planta se trata, para ir haciendo un recuento de granos”, detalla. Y Fernández Pacella agrega que la pared del grano de polen cuenta con un compuesto que se llama esporopolenina que, sumado al ambiente propicio, también ayuda a su preservación.

Lionel Fernández Pacella y Claudia Lovera.

Si bien todavía no se tomaron muestras en lagunas del sudoeste chaqueño, el análisis de las obtenidas en el noroeste correntino permite comparar con lo que se conoce del Iberá. “Llegamos a la conclusión de que más o menos tienen la misma edad y comparten un idéntico tipo de vegetación”, desarrolla Fernández Pacella. El investigador considera que lo más probable es que en el Chaco encuentren un tipo de bosque de quebracho colorado, conocido como bosque tropical estacionalmente seco y “tener certeza del momento en que apareció ese bosque para instalarse hasta hoy”.

El doctor recuerda que siempre se entusiasmó con las ciencias de la Tierra y al ver la asociación entre los granos de polen y la geología siguió la temática. “Desde el 2005 me dedico a esto, son 18 años. También doy clases de Geología en la carrera de Biología de la UNNE”, describe. Mientras que Claudia Lovera asegura que el estudio del polen estuvo en el inicio de su formación pero debió pausarse con su ingreso en el Conicet, continuando con la carrera en el Cecoal y en el Instituto de Modelado e Innovación Tecnológica (IMIT). Hoy la investigadora celebra regresar a una motivación de casi 30 años: “Después de muchas postergaciones ahora puedo dedicarme a algo que quería desde que recibí el título de profesora de Biología”, dice sonriente. 

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