Si tenés poco tiempo, leé estas líneas:
· Un ingeniero en Recursos Hídricos explica la cíclica historia de inundaciones en la capital chaqueña.
· Con registros y comparaciones el docente e investigador universitario Hugo Rohrmann advierte sobre consecuencias irreparables relacionadas con la infraestructura y los asentamientos poblacionales.
· El autor está abocado a la producción de otro libro que espera repasar aspectos institucionales y formales de esta temática para la provincia.
Por Claudia Araujo
En el libro Crónicas hídricas; 1998, el último año en el que estuvimos en peligro, el ingeniero en Recursos Hídricos Hugo Rohrmann repasa parte de la historia de inundaciones y problemas evitables en el Gran Resistencia. El registro de una secuencia de errores persigue un objetivo: evidenciar la ausencia de planificación urbana. Se trate de una vivienda, un barrio, una ciudad o una región, la motivación del docente vuelve una y otra vez sobre el mismo punto en cada anécdota: “Si en 145 años nos inundamos tantas veces y sale tan caro construir infraestructura, con el libro trato de explicar por qué es necesario planificar”.
Un inconveniente de origen es la falta de información histórica. Las primeras mediciones sobre variaciones de la altura del Paraná en la costa correntina se tomaron en 1904, hace 120 años. El río modeló ese paisaje hace unos 10.000 años, de acuerdo con estudios de especialistas. Mientras que el primer registro de inundaciones en el asentamiento que hoy es Resistencia se remonta a 1905. “Lo que conocemos representa apenas el 1%”, señaló Rohrmann. “Y encima instalamos la capital chaqueña en el valle de inundación del río”, aseguró a Prisma TIC.
Como en un cuento para niños, habla de una ciudad que vino a ocupar una casa que era de otro. Repasa cómo en 1966 ese propietario entró sin avisar y lo inundó todo: cubrió Vilelas, Barranqueras y más de un tercio de Resistencia. El agua del Paraná llegó a una cuadra de la Casa de Gobierno. Se levantaron terraplenes, se colocaron estaciones de bombeo y en 1978 se inauguró el primer dique regulador del río Negro. Cuatro años más tarde, un nuevo récord del río lo rompió. Una creciente más grande y más duradera se extendió desde diciembre de 1982 a noviembre de 1983. “Otra vez el río vino a recordarnos que este es su territorio y a preguntarnos ¿por qué metimos en él una ciudad?”, redondeó.
El expresidente de la Administración Provincial del Agua (APA) se apoya en descripciones amenas para guiarlas hacia sus conclusiones. Toma dos hechos relativamente cercanos de la ciudad de Santa Fe para trazar semejanzas. Después de una crecida histórica del Salado en 2003, las autoridades de esa provincia construyeron una defensa para prevenir desbordes. Sin embargo, en 2007 una serie de lluvias excepcionales volvieron a dejar al 30% de sus habitantes bajo agua. “¿Qué pasó?, se olvidaron de las bombas”, sintetiza. En menor proporción Resistencia vivió complicaciones parecidas: de inundarse por crecidas del río pasó a anegamientos por precipitaciones por no haber contemplado el manejo de excedentes de agua.
La integralidad y los vínculos entre Puerto Vilelas, Barranqueras, Resistencia, Fontana y Puerto Tirol son otro punto alto en el análisis del investigador de la Facultad de Ingeniería de la UNNE. Repasa la historia institucional de Resistencia, incluye una posterior separación de las portuarias Vilelas y Barranqueras, seguida de una unificación transitoria de las tres durante la dictadura militar en los 60, el período democrático y la actual conformación. Ante una realidad con cinco ciudades vecinas que gestionan por separado un cementerio, un sistema de recolección de residuos o de desagües propone que lo hagan en conjunto, buscando lo que es mejor para todas.
La obra publicada por editorial ConTexto se presentó en cuatro instancias este año. La más reciente fue la Feria Iberoamericana del Libro (FIL) en el Domo del Centenario, a comienzos de septiembre. Antes integró una mesa de producciones científicas convocadas durante la Feria del Libro que por primera vez organizó la UNNE y se realizó en el Centro Cultural Nordeste (CCN), en agosto. En junio se anunció en el Consejo Profesional de la Ingeniería y en marzo fue la actividad principal de un acto por el Día del Agua, en la Administración Provincial del Agua (APA), organismo que Rohrmann presidió.
Mientras escribe otro libro dedicado a la historia de los organismos hídricos en la provincia, encontró más evidencia documentada. Un registro muestra cómo a raíz de la inundación de 1966 la provincia pidió a la nación demarcar zonas de riesgo y relocalizar a la población inundada. Más de 30 años después, en 1998, recién se logró delinear un plano preciso. El ingeniero opina que si en el 66 había unos 50.000 habitantes, de los cuales 20.000 resultaron afectados se estaba a tiempo de decir ‘vámosnos de acá’. “Hay momentos en los cuales se deben tomar esas decisiones, porque después es tarde”, subraya.
“El Gran Resistencia crece a la buena de Dios. Se consolida un asentamiento, se lleva luz, red de agua y desagües; pero lo que falta es una formación muy grande en planificación y que sea en serio”, plantea con firmeza. Con 40 años de estudio en el tema asegura que es pesimista si solo mira la realidad y es optimista si se aferra a la idea de que algo siempre se puede hacer. Por eso tomó el consejo de un joven profesional que hoy trabaja en la municipalidad y hace no mucho fue su alumno en la Facultad: “Me dijo que toda experiencia que no se escribe, se pierde. Ahí está el objetivo de este libro”.